La arquitectura de las casas payesas de Ibiza
¿Te has preguntado nunca por qué llaman a Ibiza la isla blanca? Pues basta con echar un vistazo a cualquiera de las montañas de la isla y verás como están salpicadas en su mayoría por distintas casas de color blanco que han acabado dando esta fama a la isla. Esta blancura es una herencia del pasado que tanto caracteriza a Ibiza, por eso en el post de hoy os vamos a explicar con más detalle todos los secretos que se esconden tras la arquitectura popular de estas casitas blancas típicas de aquí y conocidas como “casas payesas”.
Como ya hemos dicho, el blanco es el color predominante de las fachadas de la isla, tanto de casas como de iglesias, pero también es algo que las construcciones más modernas de la isla han seguido manteniendo. Esto es debido a que antiguamente se encalaban por tal de aislar las casas mejor de las inclemencias del tiempo y así además, conseguían también desinfectarlas. Esto es algo muy típico del paisaje mediterráneo donde lugares como Grecia o Marruecos comparten muchos rasgos con nuestras casas. Probablemente porque en todos estos lugares ha habido influencias de un pasado árabe, origen de esta estética.
Ses Païsses de Cala d’Hort (Foto Ibiza5Sentidos.es)
Las casas payesas tradicionales además, no fueron nunca construidas por auténticos profesionales, sino que el saber popular que se transmitía de generación en generación iba acabando de perfilar la técnica de construcción. Tampoco se proyectaban casas completas, sino que a medida que la familia o las necesidades iban variando, la casa iba incluyendo nuevas habitaciones que se incorporaban a la vivienda principal.
Las casas payesas se solían construir en sitios elevados para evitar las humedades y las lluvias torrenciales, con el monte a las espaldas para evitar el viento del norte y con orientación sur para aprovechar mejor la luz solar en los meses de invierno. A nivel de distribución, estas casas cuentan con un “porxo” (recibidor) donde se solía llevar la vida diaria y desde donde se accedía a todas las demás habitaciones de la casa. Normalmente además de los dormitorios, existía un granero y una cocina con chimenea donde calentarse junto al fuego en los inviernos más fríos.
Es Trull de Ca n’Andreu (foto Ibiza5Sentidos)
Otra característica de la casa eran sus gruesas paredes de piedra. Estas paredes podían llegar a alcanzar un metro de grosor y eran el aislante perfecto del calor en verano y del frío en invierno. También las ventanas son muy particulares, pues son de dimensiones reducidas comparadas con el tamaño de las paredes. Y es que la antigua Ibiza no era un territorio pacífico y ante posibles incursiones pirata, una gran manera de defenderse era refugiándose en casa y utilizando las ventanas como lugar de defensa con las armas que se tuvieran. Algunas casas incluso, contaban con su propia torre de defensa como si de una fortaleza medieval se tratara.
Poblado viejo de Balàfia
Si nos fijamos ahora en los techos, estos se construían con materiales de la zona, especialmente algas como aislante y sabina como como vigas, ya que es un árbol muy común de la isla además de resistente. Estos techos son planos para que en los días de lluvia se pudiera recoger todo el agua posible para almacenarla en la cisterna de la casa. Una estrategia más para sacarle el mayor rendimiento posible a la naturaleza.
Cabe decir que la casa siempre va acompañada de distintas dependencias más enfocadas a trabajar el campo. Es decir, es difícil encontrar una casa payesa que no vaya acompañada de algún corral, una almazara, una bodega o una casa del carro. En resumen, una tradición constructora que persigue la subsistencia y la practicidad y que en la actualidad nos ha dejado como herencia una arquitectura mediterránea de original belleza que tanta personalidad le da al paisaje ibicenco.
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